He querido olvidarte.
No sabes cuánto he querido olvidarte,
tomar tu recuerdo y meterlo en una botella,
arrojarlo en lo más ancho y profundo del mar
para vivir tranquilo lo que me resta de sueños.
He querido olvidarte.
No sabes cuánto he querido dejar de respirarte,
de verte en cada pared que me rodea,
de sentirte en la cáscara del alma,
de despertar sofocado a las tres de la mañana
buscando tus manos en la oscuridad de la nostalgia
y no encontrarlas...
He querido olvidarte.
No sabes cuánto he querido dejar tu rostro a la deriva
en el oleaje agonizante del tiempo
y soltar mis amarras
para dejarme llevar por las corrientes amarillas de la tristeza
hasta el fin de la noche.
He querido olvidarte.
Por Dios que he querido olvidarte,
abandonar tus ojos en el último instante de la noche
y no verlos más en mis sueños azules de la felicidad,
pero no puedo:
no he podido dejar de sufrirte en mi angustia,
ni dejar de tocar tu cuerpo tibio
en la hora más tenue del recuerdo,
ni dejar de mirarte con ese halo azul
que te hace ver dolorosamente bella,
ni dejar de llamarte por mi ventana al sur,
de gritar tu nombre que sofoca mis venas,
tu nombre que se deshila en lágrimas por mi rostro,
tu nombre que murmuro en las alas de la nostalgia,
en el soplo gris de la soledad,
en las horas de pan y trigo de los versos
que he escrito para decirte letra a letra,
palabra a palabra,
frase a frase:
«He querido olvidarte.
No sabes cuánto he querido olvidarte,
pero ha podido más tu recuerdo
que esta tristeza amarga
que me atenaza con tus ojos...»
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